martes, 16 de junio de 2009

10 - EL MILAGRO DE LAS MANOS



1950

La ONU revoca su resolución de 1946 para la retirada de embajadores de España.

Franco reclama el peñón de Gibraltar.

Comienza la guerra de Corea.


Mi padre era un virtuoso con las manos. A menudo le veíamos arreglando los grifos, poniendo una junta nueva, soldando un tubo, remachando, trabajando en metal y madera. Hacía jaulas para los conejos, sabía tener a punto todas las cosas eléctricas, la plancha, los infiernillos, la máquina de coser a la que incorporó un motorcito para que mi madre no se cansase dándole a los pedales, hacía instalaciones eléctricas, arreglaba motores, fabricaba muebles nuevos, remodelaba los antiguos con mucho esmero, manejaba todas las herramientas con enorme destreza y no se le ponía nada por delante que él no supiera solucionar.

Tenía en casa dos arcones de madera en donde guardaba sus herramientas: alicates para diferentes usos, de punta fina, redonda, cuadrada, grandes y pequeños, destornilladores con mangos de madera de todos los tamaños, tijeras de cortar chapa, rectas y curvas, soldadores, barras de brillante estaño, martillos de bola, de carpintero, berbiquís, gubias, formones, trozos de azufre para limpiar los soldadores, tornillos, clavos, puntas de zapatero, sierras de hierro y de madera, limas bastas y finas, cardadores, un gramil, una candileja de gasolina, pliegos de lija y un sinfín de otras muchas más cosas.

Era también muy buen cocinero, preparaba platos sencillos y sanos, con buenos sofritos de pimientos, ajos, puerros y cebollas. La cocina era inherente al oficio ferroviario como lo es al de los pescadores. Todo se le daba bien excepto la albañilería, que también la practicaba cuando era necesario y con aceptables resultados, pero no era lo suyo, se ponía nervioso con la suciedad que se organizaba y sacaba a relucir su amplio repertorio de denuestos del que es tan rico y florido el árbol del idioma castellano.

La faceta más interesante de la personalidad de mi padre, sin embargo, era su capacidad para la invención y sobre todo para mejorar herramientas y aparatos. A menudo indicaba a los ingenieros de la RENFE como hacer mas útil un sistema, como diseñar una pieza para que diese mejor rendimiento. Recuerdo que nos hablaba de estas cosas a la hora de comer o cenar.

Algunas veces me llevaba al taller del depósito cerca de la estación. Allí los maquinistas se reunían cuando no estaban de servicio o tenían que solucionar algún problema de las máquinas. Mi padre siempre tenía un rinconcito en un banco de trabajo donde en los ratos libres componía sus propios proyectos.

- Pepillo, - decía - mira lo que estoy haciendo para tu hermana, pero no se te ocurra mencionarle nada, que es un regalo para su cumpleaños.

Sobre la mesa, mi padre daba los últimos toques a una cocina de juguete hecha en aluminio, con dos fogones y horno, barra y remates de bronce. No le faltaba detalle. Era igual que una de verdad.

- ¿Te gusta?

A mí me parecía preciosa, me quedé un buen rato contemplándola con la boca abierta.

También fabricaba farolillos, apliques y objetos de hierro forjado.

- ¿ Y eso qué es ? – pregunté

- ¡ Ah ! ese es mi proyecto más importante, es la máquina del movimiento continuo.

El artilugio, fabricado en cobre, era como una noria de la que colgaban unos pequeños cangilones que en los lados tenían unos a modo de péndulos. La idea era que, una vez afinado el sistema, el agua echada en el primer cangilón imprimiría un movimiento inicial y esa misma agua caería en el siguiente cangilón y así sucesivamente creando un movimiento continuo ayudado por los péndulos.Yo estaba seguro de que sería un éxito. Aunque nunca supe que pasó al final con aquel proyecto de mi padre.

De lo que sí me acuerdo muy bien es de que aquella Navidad, el día de los Reyes Magos, encontré junto al nuevo par de calcetines y las pinturas Alpino un increíble camión de madera, grande, con cabina de metal y cubiertas de goma, la caja se levantaba y las puertas se abrían y cerraban. Era de color granate, era el camión más bonito que jamás hubiera soñado. Aquel camión estuvo conmigo durante mucho tiempo y jugué con él hasta que se deshizo de viejo entre mis manos.

Aquella mañana de Reyes fue una de las mejores de mi vida. Yo creía en los Reyes Magos y seguí creyendo aún durante un tiempo, y además aquella mañana descubrí que al menos uno de aquellos tres Reyes había trabajado con mucha ilusión en un taller de la RENFE en los depósitos de Medina del Campo.

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