martes, 16 de junio de 2009

32 - EL BÉISBOL



1961 - Llega la fiebre del baile "Twist".

EEUU lanza al espacio una cápsula Mercury con un chimpancé a bordo.

En todo el país se suceden las protestas de obreros y estudiantes.

Homenaje nacional al Servicio Doméstico presidido por doña Carmen Polo de Franco.

En Munich se celebra una reunión de 118 representantes de diversas asociaciones que se oponían al Franquismo, Gil Robles fue su principal estandarte, desde entonces Franco se referirá a ella como "El contubernio de Munich".


En el barrio predominaba naturalmente el fútbol que a diferencia de todos los demás juegos y actividades que dependían de cada estación del año, se jugaba hiciera calor o frío y en cualquiera de sus modalidades, en equipos con dos porteros, al "balón regañao" o sea, todos contra todos y un portero que solía ser el mas pazguato y pusilánime del grupo, o simplemente, si se eran pocos, a echar "un centro" y tirar a gol.

A mí, que detestaba el fútbol como igualmente lo detestaba mi hermano, me gustaba sin embargo jugar al "balón regañao" por el aliciente anárquico de los empujones y las toñas, las montoneras de chicos y el "todo vale" que nos hacía partirnos de risa. Ponía tan poco interés y era tan malo jugando que me pusieron de mote Pabloski por el personaje que hacía Fernando Fernán Gomez en una película de fútbol en la que suplantaba a un famoso jugador que sin tener ni idea metía goles ante el entusiasmo de la afición.

La calle Residencia tenía su equipo oficial de fútbol llamado "La Resi" , con camisetas y botas de reglamento o casi, que capitaneaba El Zapa, portero oficial y zapatero remendón, como su propio nombre indica, acompañado de sus adláteres en la dirección del equipo, Saturno, hermano mayor de Palulo, que si normalmente resultaba desmedrado, flaco de carnes y pechihundido, había que verle en pantalón corto y camiseta; Joaquín, hermano de Capi, éste de porte airoso como correspondía a su condición de militar profesional y otros cuantos que solían reunirse en torno al mostrador del Zapa a pasar las tardes preparando estrategias mientras fumaban Ideales, Celtas o Bisontes los mas finos, cosa que entonces no parecía estar reñida con el deporte, y el Zapa echaba unas medias suelas o unos tacones a alguno de los zapatos de los vecinos.

El equipo era respetado por la chiquillería que iba a jalearles al campo de Las Cometas o al de la Federación Castellana de Fútbol al lado del Campo del Metropolitano, algunos recibían el privilegio de llevar a cuestas el botiquín y de vez en cuando se incorporaban nuevas figuras sacadas entre las promesas del barrio como Pepito Trócoli o Paquito El Sereno. Complementaban al fútbol algunos otros deportes, el ciclismo, por ejemplo, que era muy apreciado por todos, pero cosa de la Primavera y el Verano.

La vuelta a España constituía el acontecimiento mas importante de la Primavera y como la televisión aún no había llegado aunque la canción dijera que "pronto llegará" , seguíamos la vuelta por la radio y algunos años hasta conseguíamos subir al Puerto de La Morcuera a ver en vivo a los "esforzados de la ruta" que en aquellos tiempos eran gentes como Bahamontes, Poblet, Loroño ó Suárez.

Durante el verano continuábamos con nuestras competiciones de carreras ciclistas con chapas de botellas a las que añadíamos una foto de un cromo de un ciclista y rematábamos con un cristal y plastilina. Preparábamos verdaderas Vueltas a España sobre tierra ó dibujadas con tiza sobre el asfalto de la calle.

Aparte del boxeo y de las luchas había también un incipiente atletismo que tenía lugar en las pistas del SEU en la Ciudad Universitaria y un poquito de baloncesto y rugby que pertenecía a la élite de las Facultades, éste último importado de la Pérfida Albión. Pero éstos eran deportes muy minoritarios a los que asistían cuatro gatos mal contados.

Como en mi barrio siempre había una vena creativa organizamos algunos partidos de rugby que se puso de moda durante algún tiempo, naturalmente no teníamos ni idea del reglamento que inventábamos sobre la marcha y tampoco teníamos un genuino balón de rugby pero nos las arreglamos a partir de uno viejo de fútbol.

Creo que se hizo popular éste deporte, aunque de forma efímera, porque aunque era ajeno a nuestra cultura eminentemente balonpédica nos proporcionaba una excelente excusa para atizarnos de lo lindo y enzarzarnos en interminables peleas que en el fondo era de lo que se trataba.

En éstos trajines estábamos cuando aparecieron, de la noche a la mañana, mis primos hermanos, hijos de mi tío Ernesto. Mis primos de Venezuela. Ernesto, Alejandro, Gloria, Ana y Carlos trajeron entre sus abultados "corotos" todos los trebejos del beísbol, guantes, bates, bolas, espinilleras, caretas y hasta algunos uniformes. Depositado todo sobre la acera, mirábamos un tanto alelados aquellos cachivaches desconocidos aunque alguna idea teníamos de verlo en las películas americanas que veíamos en los cines del barrio.

Pero pronto, con las explicaciones de mis primos, estuvimos listos para experimentar otro nuevo deporte y sobre todo otra nueva diversión adoptando e improvisando, naturalmente, nuestras propias reglas del juego.

Como no teníamos mas que uno o dos bates, jugábamos con mangos de pico, como tampoco teníamos guantes, usábamos badanas de balones viejos al efecto, como ocurría lo mismo con las bolas, las confeccionábamos con cuerdas y gomas elásticas, como tampoco teníamos careta para el catcher, tuvimos que recurrir a Miguél que con la ayuda de un hermano nos proporcionó una estupenda fabricada con varilla de hierro.

Mi madre también colaboró, como yo era zurdo me hizo un guante a medida con unas telas y un poco de forro por dentro. Estuve tan felíz con mi guante para zurdo, tan original.

Organizamos un campo de beísbol improvisado en la misma calle en donde fuimos afinando nuestras dotes de jugadores al tiempo que dejamos el edificio de la Cruz Roja con la mitad de los cristales rotos. A ésto siguieron varias escalabraduras de amas de casa y peatones y mas de un problema de chapa en los pocos coches que en aquellos tiempos pasaban por la calle.

Tuvimos que buscar un terreno mejor, campo no faltaba, y enseguida reanudamos los partidos en un descampado detrás del patio de recreo de Los Agustinos. También nosotros organizamos nuestro equipo de béisbol, con botiquín de primeros auxilios y nuestros horarios de entrenamiento y partidos oficiales. Bueno, lo de oficiales es un decir.

Como "Por el hilo se saca el ovillo" , descubrimos que había partidos los domingos en el campo de la Federación Castellana de Fútbol, muy cerquita de nuestro barrio. Allí nos fuimos y descubrimos con alborozo que jugaban equipos bien uniformados y pertenecientes a la liga oficial. Fué en esas tardes de sábados y domingos, bajo un sol de justicia, donde aprendimos el juego y llegamos a quererlo.

El Cubana de Aviación estaba compuesto por algunos de la edad de mi hermano que vivían en Reina Victoria, como Manel, gran catcher, Pepe, delgadito pero con un brazo potente y gran control de las curvas, Pichu, admirado por todos nosotros por su dominio del guante que le hacía ser un fantástico Shortstop, había además algunos jugadores cubanos que con sus familias en las gradas amenizaban las tardes calurosas, eran en su mayor parte exiliados a raíz de la toma del poder por Fidel Castro, llevaban la merienda y tocaban la guitarra y cantaban la deliciosa música Caribeña.

Otros equipos eran el Puerto Rico, formado en su mayoría por Puertoriqueños y Cubanos, el Piratas, en el que sorprendentemente casi todos eran españoles y además de un barrio castizo de Madrid, y he dejado para el final el equipo mejor preparado, con mas recursos, y jugadores de gran calidad, me refiero al Real Madrid.

El jugador al que todos admirábamos mas era Braulio, catcher, árbitro en sus ratos libres y entrenador de los juveniles, Guillermo era un zurdo al que nunca se le escapaba una bola en su primera base, Amezcua otro zurdo left-fielder, muy seguro en el guante y gran bateador.

En las tardes del caluroso verano nos daban las nueve de la noche jugando partido tras partido en el diamante dibujado con cal sobre la tierra dura del campo de fútbol de la Federación Castellana, al fondo se oía la charanga del Club Cliff Richard, un merendero al lado del Caño Gordo bajo cuyas parras bailaban las parejas sobre un piso de tierra mojada.

Transcurrieron así varias temporadas y Miguél y Jesús comenzaron a jugar en el Piratas, yo por mi parte me tomé muy a pecho el beísbol y conseguí jugar en el Real Madrid. Durante el invierno entrenábamos en el Frontón Fiestalegre, detrás del edificio de Correos en la Plaza de la Cibeles, en verano en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, allí coincidíamos con los jugadores del equipo de fútbol, personajes como Di Stéfano, Puskas ó Gento charlaban con nosotros mientras se duchaban o cambiaban y nos preguntaban sobre el béisbol, como a mí no me atraía el fútbol no daba ninguna importancia al hecho de poder estar cerca de aquellas figuras idolatradas por toda España y también fuera del país, pero cuando lo contaba en el barrio, mis amigos abrían la boca y envidiaban mi buena suerte. En cierta ocasión jugamos un partido en el campo del Metropolitano cosa que nunca haciamos y apareció para hacer el saque de honor nada menos que Joe Dimaggio tan famoso por ser uno de los mejores jugadores de béisbol de todos los tiempos como por haber estado casado con Marilyn Monroe, aún guardo en algún sitio que no recuerdo un autógrafo suyo que le pedí en aquel partido. Otra buena cosa de ser jugador del Real Madrid era que podía ir gratis a los partidos de fútbol, cosa que nunca hice, y usar la piscina del Santiago Bernabeu, donde fui muchas veces durante los veranos.

Se construyó el campo de La Elipa que hizo realidad nuestros sueños de jugar en un campo de beísbol de verdad, incluso con gradas y torres de luz artificial. También comenzamos a jugar con los americanos de la Base de Torrejón de Ardoz, los Madrid All Stars, a los que en cada partido les desaparecía la mitad del material y como la barrera del idioma hacía las cosas mas difíciles, les era imposible recuperar nada, supongo que los encargados de la base no dieron importancia a aquello y lo consideraron parte de la Ayuda Americana y un incentivo para atraer a los nativos hacia su deporte nacional.

Recuerdo el día de Puertas Abiertas, en el que la base se abría para que la gente pudiese ver la pista y los aviones y donde se preparaban unas mesas con comida y bebida gratis. Ante ésta llamada la gente se agolpaba horas antes en la verja de entrada y cuando por fín abrían se precipitaban sobre las mesas arrasándolas en pocos minutos y llenando los bolsillos con todo lo que se pudieran llevar. Los americanos sonreían y a mi me daba rabia y pena ver la necesidad de la gente y comprobar una vez mas con tristeza la realidad de esa España pretendidamente gloriosa que solo castiga y denigra física y moralmente a sus súbditos.

El beísbol ocupó unos años de mi vida y dejó un poso alegre y unas buenas memorias en mi espíritu, fué muy agradable compartir ese deporte con gentes que venían de otros lugares fuera de España, con otras ideas, mas alegres y vivaces, sin las trabas morales y las pesadas culpas que a nosotros nos habían grabado en el alma desde la infancia. Me abrió nuevos horizontes y soñé que algún día me alejaría de mi País, al que quería por ser el mío, pero con el que compartía pocas cosas, en el que casi todo estaba prohibido o era pecado, en el que no había casi colores si no un monótono gris que impregnaba cada minuto de la vida.

El beísbol se fué como había venido. De la noche a la mañana desapareció de mi vida y solo muchos años mas tarde encontré en un armario el guante con una bola durmiendo en su interior, y al oler el cuero y sentir mi mano deslizándose en el interior del guante, volvió a mi el color de la hierba, las tardes de sol y al árbitro alzando los brazos y gritando ¡Playball!

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